viernes, 11 de diciembre de 2009

La hoja en blanco

La hoja en blanco, el texto sin título, las calles sin nombre, los sentidos sin estimulación, el hambre sin alimento, la voz sin sonido… la mente te induce a la locura tan pronto como la cordura pierde su referente. Sin una guía, el ser humano se aleja del sentido de las cosas. Las ideas, la inspiración, no siempre circulan por un cauce a rebosar impaciente por tomar los rápidos en su descenso, para fluir a través de ellos con palabras audaces e imágenes nítidas. A veces, la densa niebla, que igual que en la mañana impregna de blanca ceguera las cimas de las montañas, también invade la mente, haciéndote tropezar con tus propias ideas que chocan una y otra vez contra el muro de tu inoperancia. Te desorientas, eludes el propósito de tu enmienda, los trazos que antes dibujabas con destreza, se disuelven entre estertores ahogados por tu propia imprecisión, y al final, agotado de buscar en la piedra estéril, bajas los brazos y te abandonas al sosiego del momento.

Todo hombre ve morir en instantes su propia lucidez. Siempre ocurre, en todo en la vida, en tu profesión, en tus pasiones, en tus habilidades. Llegan días donde todo se vuelve un papel blanco en el que no encuentras la palabra con la que empezar. Te atoras, pierdes la ilusión y abandonas. Te sientes incapaz de encontrar tu propio razonamiento, que antes te llevaba a resolver el problema con solo un aliento, y te sientes inútil ante el espejo de ti mismo.

Quizá solo es tiempo. Quizá el paso de los días calma tu ira y recuperas el pulso de tus gestos. Tu mente se desbloquea y te sientes libre de nuevo. Tu lápiz retoma los trazos, tu pincel cabalga entre lienzos, tus manos reconstruyen tus cimientos y vuelve esa lucidez perdida. O quizá no.

Es una sensación extraña la de la incapacidad. La de aquel que en su letargo sueña que corre, desesperado, veloz y raudo, pero ve que su cuerpo no se desplaza. El miedo entonces te come, desgasta tu esperanza y quieres despertar. A muchos les cuesta abrir los ojos, a otros no más que la llegada de la mañana, pero ese momento te aterra.

Aún muchos tenemos que despertar.

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