miércoles, 24 de septiembre de 2008

La condena del Sáhara


Son sus lágrimas las que caen, las que perecen a un tiempo, cuando apenas rozan las arenas del desierto que les rodea y que de su propia casa crean una prisión, condenados por extraños ajenos a sus fronteras.
Son sus lágrimas las que humedecen las dunas sedientas que de lejos ven la lluvia. Olvidados, ignorados, añorando una libertad esclavizada tras tantos años entre sombras, buscando entre jaimas y recuerdos los restos de su propio pueblo.
Son sus lágrimas honrosas y valientes, de hombres y mujeres nobles que esconden sus miedos entre las ropas. De una identidad sin nombre ni legado, de tradiciones despreciadas, de un orgullo enrarecido, pisoteado, pero aun vivo.
Ser saharaui y no romper a llorar. Ser humano queriendo ser tratado como tal. Ser testigo de cómo un látigo extranjero rasga su espalda sin que nadie acuda a curar sus heridas que, abiertas y palpitantes, retozan en lagos de sal, la sal que acompaña a las lágrimas, esas lágrimas que, inconsolables, brotan de sus ojos para rociar las arenas del Sáhara.

miércoles, 17 de septiembre de 2008

Ante los tanques


Hace falta valor para ponerse delante de un tanque y no desfallecer. Juan Pablo II aseguró que lo haría, “si los nazis entran en Polonia, iré a ponerme ante los tanques”, dijo, pero el hombre de Tiananmen se alzó sobre sus palabras y las convirtió en hechos.
¿Quién sabe en que estaría pensando?, ¿Le estaría temblando el pulso?, ¿Quién sabe que les dijo? El misterio no ha hecho mas que alimentar el mito, incluso ahora, dieciocho años después. Un héroe de nuestro tiempo. Un acto de valor e integridad que parecía olvidado, mas presto a aquellos ancestros dispuestos a derramar su sangre por la libertad que al egoísmo del hombre de hoy, más preocupado por la trivial comodidad de su cuerpo que por el vuelo sosegado y libre de su alma.
Nada hay en claro sobre quién fue ese hombre. Quizá sea mejor así, de este modo cualquiera puede identificarse con la imagen de ese héroe, con una bolsa en cada mano, como si los tanques lo hubieran sorprendido a los pies de su casa, con la compra recién hecha, aferrándose a los pedazos agonizantes de una dignidad mancillada y levantándose frente al horror que apremiaba.
Saber su identidad. Conocer sus debilidades comunes a cualquier hombre. Correr el riesgo de reconocer en sus gestos, simpleza, indiferencia o ingenuidad, podría haber arrancado de raíz la grandeza de los actos del “rebelde desconocido”, y con ella, el último retazo del romanticismo irreverente que acunaba a aquellos héroes de espada y arrojo.
Solo un frágil montón de huesos frente a una bestia de hierro. Ni un paso atrás. Ni uno aunque su avance pudiera despedazarle. El hombre frente al terror. Un mito a la libertad y a la rebeldía ajena a nuestra cobardía, incapaz de seguir sus pasos y honrar en su medida a seres tan íntegros como aquel hombre, que una tarde de junio, se puso ante los tanques y dio una lección al mundo.

jueves, 11 de septiembre de 2008

Recuerdos del 11/S


Todo el mundo recuerda donde estaba o que hacía el 11/S, el día en el que los cimientos que sostenían al mundo en una endeble y engañosa paz, parecieron resquebrajarse al ritmo que se derrumbaban las torres, una tras otra. El día en que mundo enmudeció viendo como esos aviones se batían contra aquellos monstruos de piedra, en el que tras espantar las nubes de incredulidad que nos cegaban, otras nubes, esta vez de compasión, nos invadían al ponernos en la piel de todos aquellos desgraciados que, sin saber como, se habían dejado la vida tras sus mesas y sus papeles, trabajando como cualquiera otra mañana. El día en que se creyó que la estabilidad del mundo estallaba en pedazos y que se cernían sobre nosotros las sombras de la Tercera Guerra Mundial.
Esos días yo trabajaba en un almacén y aprovechaba para pasar por casa a la hora de comer. Estaba empezando el Telediario de Antena 3 cuando pusieron la imagen de la primera torre ardiendo. Todo eran conjeturas. Quizá un accidente, decían. Entonces ví como se estrellaba el segundo avión en directo, nunca olvidaré la voz entrecortada, confusa y sobrecogida de Matías Prats. Ví cuanto pude, después volví a trabajar y lo seguí todo por la radio, saliendo contínuamente a informar a los compañeros. Más tarde volví a casa y ya no me separé de la televisión durante días.
Intrigado, con el corazón en un puño, sabiendo que estaba siendo testigo de uno de los hechos más impactantes e influyentes de la historia.
Aún me estremezco al recordarlo... lo que ocurrió después ya es otra historia. Algunas mentiras son difíciles de reconocer.

miércoles, 10 de septiembre de 2008

"¡Salvemos al mundo, suicídate!"


Vale, la frase no es mia, sino de un amigo y su labia mexicana, pero es una verdad como un templo. Hoy me ha vuelto a la cabeza al ver la noticias, como me vino anoche al ver como Madrid se inundaba de las lágrimas heladas del cielo, en un llanto atroz, terrible, como el del animal herido que brama por la sangre que escapa de sus heridas. Parecía que el cielo se nos venía encima, el fin del mundo, quizá la tumba que nosotros mismos nos labramos. Porque nose si será por culpa del cambio climático o solo un hecho aislado, pero da miedo pensar que nosotros y nuestra repulsiva codicia puede ser la causa del granizo de anoche, que esto es solo la punta del iceberg y que, como a aquellos ingenuos del Titanic que jugaban al fútbol en la cubierta con los pedazos de hielo que cayeron al barco sin saber como el destino había dictado sentencia condenatoria sobre ellos, no nos damos cuenta de que, escondido, el llanto de ese animal más que del dolor brotará de sus ansias de venganza.
Quién sabe, otros dicen que todo es una gran mentira pero, ¿como reconocer una mentira estando rodeados de ellas?.
Solo hay una cosa clara. Intentamos arreglarlo, y nos ponemos trabas a nosotros mismos. Queremos concienciar a la gente cuando hasta a nosotros mismos nos cuesta creernos nuestras propias palabras.
Quizá la mejor solución sea esa. Un poquillo radical, sí, pero oye una opción más.
"¡Salvemos al mundo, suicídate!"