miércoles, 10 de septiembre de 2008

"¡Salvemos al mundo, suicídate!"


Vale, la frase no es mia, sino de un amigo y su labia mexicana, pero es una verdad como un templo. Hoy me ha vuelto a la cabeza al ver la noticias, como me vino anoche al ver como Madrid se inundaba de las lágrimas heladas del cielo, en un llanto atroz, terrible, como el del animal herido que brama por la sangre que escapa de sus heridas. Parecía que el cielo se nos venía encima, el fin del mundo, quizá la tumba que nosotros mismos nos labramos. Porque nose si será por culpa del cambio climático o solo un hecho aislado, pero da miedo pensar que nosotros y nuestra repulsiva codicia puede ser la causa del granizo de anoche, que esto es solo la punta del iceberg y que, como a aquellos ingenuos del Titanic que jugaban al fútbol en la cubierta con los pedazos de hielo que cayeron al barco sin saber como el destino había dictado sentencia condenatoria sobre ellos, no nos damos cuenta de que, escondido, el llanto de ese animal más que del dolor brotará de sus ansias de venganza.
Quién sabe, otros dicen que todo es una gran mentira pero, ¿como reconocer una mentira estando rodeados de ellas?.
Solo hay una cosa clara. Intentamos arreglarlo, y nos ponemos trabas a nosotros mismos. Queremos concienciar a la gente cuando hasta a nosotros mismos nos cuesta creernos nuestras propias palabras.
Quizá la mejor solución sea esa. Un poquillo radical, sí, pero oye una opción más.
"¡Salvemos al mundo, suicídate!"

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