lunes, 22 de junio de 2009

Juzgados por el cielo

El doctor salió de la sala de operaciones y, mientras se quitaba los guantes ensangrentados, se dirigió con paso lento hacia el hombre que, abatido, escondía su rostro entre sus dedos. Al sentir su presencia, el hombre irguió levemente la cabeza hasta que su vista se encontró con los zapatos del doctor, sin embargo no se atrevió a buscar su mirada. Sabía lo que iba a escuchar, pero no quería oírlo. Presentía en aquella figura, la sombra fría y tenebrosa que lo perseguía desde aquella carretera. Las lágrimas en su rostro brotaban y se secaban a un tiempo. Temblaba y se deshacía cuando aquella idea cruzaba su mente como el relámpago que atraviesa el cielo para desbordar tras él la tormenta, cruel y desalmada.

Trató de recomponerse con un suspiro entrecortado y se levantó. La dura mirada del doctor desencajó aun más su rostro.

-No pudimos hacer nada por el niño

El hombre sintió como su corazón reventaba dentro de su pecho. En un instante toda la fuerza que albergaba su cuerpo, le abandonó.

-Pe… pero… ¿cómo ha podido pasar? I… iba bien atado a su silla. – balbució

-Cuando su coche volcó, la cabeza del crio se golpeó con la ventanilla. Su cuerpo era aún muy frágil para soportarlo.

-No, ¡no!, mi hijo… mi hijo… como ha podido pasar… - lloraba

La voz del doctor se volvió fría y recia.

-Usted podría haberlo evitado

El hombre, aun tambaleándose, lo miró atónito

-¿Evitado?, ¿Cómo cree usted que podría haberlo evitado? Quién se cree usted…

Entonces el sentenció

-Hubiera bastado con que usted no hubiera bebido.

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