¡Ja, ja, ja!, pobres ignorantes. Ingenuos cuerpos moribundos. Creéis que podéis escapar y cada minuto estáis más en mis manos. No puedo más que reírme de vuestra incompetencia, de vuestra inútil esperanza de huir de mí y nunca habéis estado más atados a mis garras.
Queréis el bien para el prójimo, pero vuestra envidia os hace desear ese bien para vosotros, entonces sois míos.
Señaláis al demonio que anda suelto entre vosotros, pero es vuestra soberbia la que os hace creer que sois mejores que ellos, entonces sois míos.
Proclamáis que quién a hierro mata a hierro muere, sin daros cuenta de que ambos os convertís en la misma calaña con distinto disfraz, entonces sois míos.
Juráis y perjuráis en vuestras iglesias que entregáis todo cuanto poseéis por un pedazo de cielo, y ya solo por jurar sois míos.
Mentís, odiáis, entonáis dulces palabras con hipocresía rociadas. Deseáis el mal, ceñís rencores, codicia, falsos abrazos. Envenenáis la tierra que os alimenta, estancáis el agua que sacia vuestra sed, nubláis ese cielo por el que suspiráis, y siempre por ello sois míos.
Míseros desgraciados, almas errantes y desdichadas. ¿Dónde pretendéis esconderos? Yo siempre estoy ahí, sé que me escucháis, sé que me servís. Queréis huir pero vuestro camino acaba llevándoos hacia mí. Bien que lo sabéis ¿no es verdad?
Queréis el bien para el prójimo, pero vuestra envidia os hace desear ese bien para vosotros, entonces sois míos.
Señaláis al demonio que anda suelto entre vosotros, pero es vuestra soberbia la que os hace creer que sois mejores que ellos, entonces sois míos.
Proclamáis que quién a hierro mata a hierro muere, sin daros cuenta de que ambos os convertís en la misma calaña con distinto disfraz, entonces sois míos.
Juráis y perjuráis en vuestras iglesias que entregáis todo cuanto poseéis por un pedazo de cielo, y ya solo por jurar sois míos.
Mentís, odiáis, entonáis dulces palabras con hipocresía rociadas. Deseáis el mal, ceñís rencores, codicia, falsos abrazos. Envenenáis la tierra que os alimenta, estancáis el agua que sacia vuestra sed, nubláis ese cielo por el que suspiráis, y siempre por ello sois míos.
Míseros desgraciados, almas errantes y desdichadas. ¿Dónde pretendéis esconderos? Yo siempre estoy ahí, sé que me escucháis, sé que me servís. Queréis huir pero vuestro camino acaba llevándoos hacia mí. Bien que lo sabéis ¿no es verdad?
1 comentario:
Very good!
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